A principios de este verano tuve la oportunidad de pasar una semana en Camboya como parte de la iniciativa Purpose to Impact del Advantere School of Management.

Era la primera vez que visitaba el sudeste asiático y estaba emocionado.

No me entusiasmaba pasar tiempo en los templos de Siem Reap (lo estaba), ni tampoco me entusiasmaba pasar un fin de semana en Phnom Penh con una amiga de la escuela de posgrado (también estaba emocionado). No, lo que más me emocionó de este viaje fue la oportunidad de pasar tiempo con el P. Kike Figaredo, S.J.

Kike es una leyenda. Junto con la hermana Denise Coghlan, y muchas otras personas, es ampliamente considerado, en los círculos jesuitas y otros, por su trabajo humanitario con las víctimas de las minas terrestres en Camboya. Sin embargo, como Prefecto Apostólico de Battambang, tiene una gran demanda. No suele tener tres días, y mucho menos uno, disponibles en su agenda para reunirse con la gente. Pero aquí estaba yo, junto con mi cohorte, pasando un tiempo invaluable con él y su equipo, aprendiendo sobre el tremendo trabajo realizado por la Prefectura.

No estoy seguro de lo que esperaba antes del viaje. Me imagino que esperaba pasar tiempo en las empresas y centros sociales que dirige el Prefecto en apoyo a las personas con discapacidad. Sabía que trabajaría con un grupo de mi cohorte para analizar la viabilidad de crear un hotel rural. Sin embargo, lo que no esperaba era recibir un curso intensivo sobre el sistema educativo de Camboya.

Ubicado aproximadamente a dos horas al oeste de Battambang, fue el epítome del P. Palabras de José María Vélaz, S.J. “donde termina el asfalto”. A lo largo de caminos de montaña llenos de baches, al otro lado de un río, y en una región que alguna vez estuvo controlada por los Jemeres Rojos, se encontraba una escuela simple de dos estructuras. Aquí se encontraba una de las muchas escuelas que forman la red de escuelas rurales del Prefecto. Donde termina el asfalto, donde se acaba el cemento, donde no llega el agua potable.

La educación se encuentra en un momento precario en el país. Si bien se han logrado grandes avances para aumentar el acceso a la educación, las tasas de deserción escolar, la escasez de docentes y los resultados del aprendizaje siguen siendo obstáculos importantes. Para el 60% de la población menor de 25 años, la educación es el factor clave para acceder a todos los demás derechos.

Esta experiencia y los acontecimientos ocurridos en Nicaragua en agosto pasado, reafirmaró cuatro de mis creencias más profundas sobre la educación:

  1. La educación no es sólo un derecho humano fundamental; es una herramienta poderosa para la transformación social. La educación promueve la cohesión social y la estabilidad. Fomenta la comprensión, la tolerancia y la unidad entre diversos grupos, contribuyendo a la coexistencia pacífica. Es una fuerza poderosa para lograr cambios positivos, superar divisiones y construir sociedades más fuertes e inclusivas.
  2. La educación es fundamental para promover la igualdad de género. Al defender el derecho a la educación, estamos desmantelando las barreras que frenan el avance de las niñas y las mujeres. Estamos garantizando que tengan igualdad de acceso a oportunidades educativas, permitiéndoles desarrollar su potencial y contribuir a sus comunidades y naciones.
  3. La educación, especialmente en los márgenes, está bajo ataque. Si bien abunda la esperanza en lugares como Camboya, la educación sufre ataques devastadores en otras partes del mundo. Nicaragua es el último país en reprimir el acceso a una educación inclusiva y de calidad. Donde el acceso es limitado, persiste el ciclo de pobreza, desigualdad e inestabilidad social.
  4. Todos tenemos un papel en la protección y promoción de la educación. Defender el derecho a la educación no es sólo un imperativo moral; es una responsabilidad que todos compartimos como ciudadanos globales. Su continuo apoyo y dedicación a las iniciativas educativas de los jesuitas marcan la diferencia en lugares como Camboya y Nicaragua. Juntos, estamos dando forma a un futuro mejor, uno en el que la educación abre puertas de oportunidades para innumerables personas y comunidades enteras.

El trabajo que está realizando el Prefecto de Battambang, y más recientemente Fe y Alegría, es solo un ejemplo más del trabajo que están realizando los jesuitas para garantizar el acceso a una educación inclusiva y de calidad en los márgenes. Garantizar la educación a los pobres no es una pobre educación. Gracias por ser parte de esta misión vital de apoyar las iniciativas educativas jesuitas en los márgenes.